A lo largo de las décadas de estudio de la dislexia, se han planteado diversas etiologías, las cuales hacen referencia a déficit lingüísticos, perceptivos, problemas afectivos, problemas de lateralidad, problemas pedagógicos o multicausalidad. (Artigas, 2003).
Bravo (2005) plantea que el retraso en el aprendizaje de la lectura puede deberse a múltiples factores, desde el nivel socioeconómico hasta características de interacción en los procesos de enseñanza. Sin embargo, investigaciones han mostrado que existen características que son constantes entre los niños con deficiencias en la lecto-escritura. Estas características apuntan a procesos del lenguaje y a la conciencia fonológica.
Al estudiar las bases biológicas de la dislexia, se ha encontrado que ésta posee una fuerte carga hereditaria. “Un estudio de Grigorenko (1997) atribuye dos fenotipos disléxicos a cada uno de dichos trastornos. Según dicho trabajo, el fenotipo de dislexia ligada a una discapacidad para la lectura global de la palabra, se relacionaría con la alteración en el cromosoma 15; en tanto que la disfunción fonológica iría ligada al cromosoma 6. Esta interpretación se contradice con el modelo unitario de dislexia, según el cual el defecto primario es fonológico, y la dificultad para la lectura global se basa en el déficit fonológico. Pennington (1997) propone una hipótesis de heterogeneidad genética y herencia no mendeliana, que daría respuesta a esta aparente contradicción” (Artigas, 2003).
La explicación que da el modelo cognitivo a la dislexia plantea que este trastorno, en su mayoría, se origina en una carencia de ciertos procesos intermediarios entre la percepción visual y la percepción fonémica de la información gráfica y la posterior elaboración de significado, proceso que es vital para manejar el lenguaje escrito (Bravo, 2005).
Desde los estudios neuropsicológicos se ha podido determinar que las dificultades para aprender son consecuencia de un desarrollo atípico en algunas áreas cerebrales, lo que interfiere primariamente en el aprendizaje escolar (Bravo, 2000). A continuación daremos cuenta de algunos de los descubrimientos realizados por esta ciencia.
En los disléxicos hay variaciones en la asimetría interhemisférica, lo que indicaría que los disléxicos procesan la información escrita en un hemisferio cerebral que no está adecuadamente desarrollado para procesar el lenguaje (Bravo, 2000). Mientras los lectores normales poseen una asimetría en el lóbulo frontotemporal, con un mayor desarrollo del lado izquierdo, en los disléxicos, en cambio, predomina una simetría atípica – igualdad en ambos lados – o una asimetría revertida. En aquellos con simetría, se encontró menor comprensión lectora, mientras que en aquellos con asimetría revertida se encontró una dificultad para decodificar las palabras. (Hynd y Cohen, 1991 citado en Bravo, 2000).
Los disléxicos también difieren en sus patrones de actividad eléctrica cerebral. Denkla (1976 citado en Artigas, 2003), mediante una técnica de neuroimagen, demostró que el córtex se activa durante la lectura de forma distinta en los disléxicos y en los lectores normales. “En estos últimos, se observa una activación secuencial que se inicia en el área visual y progresa a las áreas de asociación auditiva y difusión cortical para el almacenamiento de significados. En los disléxicos las cosas ocurren de forma distinta, puesto que el área de asociación auditiva no se activa con la misma agilidad. Ello hizo suponer a los autores que los disléxicos requieren más circuitos para procesar el material escrito en códigos fonológicos, puesto que el área de asociación auditiva es donde se procesan los fonemas” (Artigas).
Por otro lado, “los disléxicos muestran una “sobreactividad compensatoria” en algunas áreas cerebrales. (Duffy & McAnulty, 1990). Los disléxicos, cuando leen, hacen una esfuerzo adicional en las áreas de la corteza visual. (Word, Felton, Flowers y Taylor, 1991)” (Bravo, 2000).
En los disléxicos también pueden encontrarse estructuras citoarquitectónicas, principalmente en el hemisferio izquierdo, las que se habrían formado en el período prenatal, y también en algunas regiones subcorticales, especialmente en el tálamo visual y auditivo (Bravo, 2000).
Una teoría neuropsicológica actual de la dislexia que se apoya en evidencias experimentales es aquella propuesta por Bakker, quien dice que las dislexias se originarían en una alteración en el proceso de la lateralización de los hemisferios cerebrales, lo cual determinaría el predominio de algunos procesos cognitivos durante el aprendizaje de la lectura. (1992. En Bravo, 2000) “Considera que en este aprendizaje se produce una interacción entre las estrategias cognitivas que los niños utilizan para aprender con la activación preferente de uno de los hemisferios. Los niños de aprendizaje normal procesarían, en una primera etapa, la información visual y espacial de las letras y palabras (HD), para luego reconocer su significado verbal (HI). En los lectores normales este traspaso de la actividad cgnitiva –desde el HD al HI – se produce entre los seis y ocho años de edad y coincide con el aprendizaje de la lectura. En los disléxicos, esta secuencia sufre alteraciones que originan el desarrollo de estrategias hemisféricas equivocadas para leer en un caso, con la persistencia del procesamiento espacial en la decodificación (dislexia perceptiva, P), y en el otro, con una aplicación prematura d estrategias verbales (dislexia ligüística, L)” (Bakker, 1992 citado en Bravo, 2000).
“Los disléxicos P ponen mayor atención en el análisis perceptivo visual de las palabras, lo que produce una lectura lenta, formalmente exacta, pero con baja comprensión. Son los denominados hiperanalíticos en la decodificación. Mientras que los disléxicos L, aplican prematuramente estrategias verbales para tratar de comprender el texto, sin prestar atención a toda la información gráfica, lo que produce errores en la decodificación”. (Bakker, 1992 citado en Bravo, 2000).
Por lo tanto, se puede concluir a partir de los estudios neuropsicológicos que el cerebro de los disléxicos tiene un sustrato anatómico con un funcionamiento diferente de los lectores normales, en algunas áreas asociadas con el procesamiento visual y auditivo del lenguaje. Además, disponen de un menor sustrato anatómico y menor activación neuronal, en las áreas que son necesarias para la decodificación del lenguaje, lo cual es determinante en la velocidad para procesar la información que recibe mientras se intenta leer, lo que a su vez afecta la retención de la información.
Neva Milicic (Universidad Católica de Chile , Escuela de Psicología)