Diariamente nos enfrentamos a numerosos problemas o retos que tenemos que resolver usando los procesos de representación y el razonamiento. En la resolución debemos realizar una serie de actividades cognitivas estructuradas en varias fases, que según Newell y Simon son:
- Identificación del problema: Percepción de que existe ese problema.
- Representación mental del mismo: Influida por los conocimientos previos, que inciden en el establecimto ideas previas, su significado, las relaciones entre ellas, etc., por lo que cada sujeto lo representa de forma distinta.
- Planificación de la solución: En base a la representación realizada se elabora una posible solución.
- Ejecución de un plan: Se pone en marcha la posible solución
- Evaluación de resultados: Se extraen las conclusiones por retroalimentación, de modo que si son buenas se considera adecuada y si no, se vuelve atrás cambiando la representación mental.
- Pero hay veces en que esa flexibilidad mental de los sujetos para hacer cambios en la representación se ve dificultada por el fenómeno de fijación funcional, que consiste en una tendencia a representar los problemas siempre de la misma forma, porque en otros problemas fue exitoso, pero que ahora no da los resultados adecuados.
- La tercera fase es la más decisiva. Pero, ¿cómo surge la posible solución?
– Se cree que la representación mental realizada en conjunción con la red de conocimientos previos posibilita una serie de actuaciones que son ensayadas mentalmente previendo sus consecuencias.
– Cada actuación surge de la combinación de un número determinado de secuencias representativas (del total formado por la representación del problema en conexión con los conocimientos previos).
– El conjunto de todas las combinaciones posibles define el espacio-problema. Suele suceder que es muy numeroso sobre todo en problemas complejos, y si los conocimientos previos respecto al tema son elevados.
- Como esas secuencias se pueden combinar de múltiples formas, la cantidad de actuaciones o soluciones es muy grande, por lo que si tuviéramos que explorar todas en la solución de cualquier problema cotidiano, nuestro sistema cognitivo estaría colapsado. Por eso, solemos usar lo que se llaman heurísticos: estrategias que examinan sólo algunas de las posibles alternativas del espacio-problema, por lo que no garantizan que la solución elegida sea la más adecuada, pero son más económicos y suelen dar soluciones relativamente buenas a los problemas cotidianos.
– Uno de los heurísticos más usados es el análisis medios-fines, que consiste en estimar la diferencia entre el estado actual y el que presentaría si estuviese solucionado, para seleccionar un tipo de acción que llevar a cabo; si no se puede ejecutar, se subdivide el problema en otros más simples para ir solucionando poco a poco.
– Otro heurístico es el razonamiento analógico que consiste en usar técnicas ya aprendidas en otros problemas semejantes. De ahí, la importancia de los conocimientos previos.